El apartheid era un conjunto de leyes que discriminaron a los negros e indios de Sudáfrica y otorgaron privilegios a la minoría de población blanca durante más de 50 años. Este sistema político fue impulsado por los descendientes de los colonos europeos, que querían mantener sus privilegios frente a la población autóctona. El régimen se aplicó desde 1948 hasta principios de los 90. Bajo este régimen, los negros no podían votar, debían vivir en zonas alejadas de los blancos, cobraban menos que ellos por el mismo trabajo y, si iban al colegio, debían ir a centros separados con peor nivel educativo. La segregación era tan extrema que blancos y negros no podían ser pareja o casarse, utilizar el mismo baño público, ir en el mismo autobús, entre otras restricciones.
El colapso de la Unión Soviética hizo que, sin una amenaza “roja”, la democratización del país ganara presión. Nelson Mandela habia sido liberado en 1990, tras años de negociaciones entre el Congreso Nacional Africano y un gobierno cuyo presidente, Pieter Botha, se resistía a equiparar los derechos de blancos y negros. Obligado a dimitir en 1989, fue sustituido por el moderado Frederik de Klerk, lo que permitió el desmantelamiento legal del apartheid en 1991 y les valió a Mandela y De Klerk el Nobel de la Paz dos años después.
Entre el 26 y 29 de abril de 1994, colas de sudafricanos negros enterraron el régimen al votar por primera vez y elegir a Mandela como presidente del pais, convirtiéndose en el primer Presidente negro de Sudáfrica. La democracia llegó a Sudáfrica y los hizo sin sangre, gracias a la inteligencia de Mandela, que impulso una exitosa política de reconciliación nacional.
El ejemplo de Mandela, al perdonar a sus verdugos que lo habían encarcelado y sometido a las peores vejaciones, tuvo un efecto sanador en una sociedad devastada por el apartheid.
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